Mi vida en tres bolsitos
Emigré a Europa. Dejé Argentina y en el camino crucé a varias personas que me ayudaron a llegar a Francia.
Había siete personas en la camioneta. El conductor cerró la puerta y por la ventana vi a toda mi familia saludándome, sonriendo entre lágrimas.
Esa es la última imagen que tengo de mi casa.
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias.
—Eduardo Galeano
You’re safe here
Ahora escribo este newsletter desde el comedor del hostel Le Flâneur, en Lyon, Francia. Durante los últimos días no hice más que hablar y escuchar en diferentes idiomas. El cerebro deja de responder por momentos y no estoy segura si estoy hablando en francés o en una mezcla ítalo-anglosajona.
Tardé 16 horas en avión desde Argentina hacia Amsterdam, donde hice mi escala. El filtro y la revisión más exhaustiva sucede en el primer país europeo al que arribas, por lo que estaba ansiosa de ver cómo sería el proceso esta vez. El aeropuerto Schiphol estaba vació en la zona de tránsito. Solo andaban las personas que llegaron conmigo en el vuelo KL0702. Todos fueron en manada desesperados como corderitos hacia el final del pasillo. Preferí esperar a que se vayan todos y continuar tranquila. Ya no los quería ver más, me alcanzó con las horas de vuelo y los golpes en el respaldar de mi asiento.
Después de atravesar un corredor anchísimo con ventanales que daban a la madrugada de los Países Bajos, llegué a la zona de seguridad. La chica me dio instrucciones en inglés y me indicó que debía sacar todas mis pertenencias de los bolsillos, ponerlas en una bandeja junto con mis dos bolsos y camperas. ¿Monedas también?, le pregunté. Sí, todo.
Después de atravesar un corredor anchísimo con ventanales que daban a la madrugada de los Países Bajos, llegué a la zona de seguridad. La chica me dio instrucciones en inglés y me indicó que debía sacar todas mis pertenencias de los bolsillos, ponerlas en una bandeja junto con mis dos bolsos y camperas. ¿Monedas también?, le pregunté. Sí, todo.
Todo.
Ahí recordé que llevaba dinero escondido. ¿Le digo o no le digo?
(...)